Ulises, en la piel de un ex combatiente de Malvinas

El año pasado lo tuvimos en El Resaltador, por Radio Túpac Webcast y este año repetimos la experiencia… por otro libro. Armando Azeglio nos cuenta de la necesidad de escribir y de qué se trata su segundo volumen, “El largo regreso de Artemio Pérez”

1-Hace poco tiempo se editó tu primera novela, y ya estás difundiendo la segunda, ¿cuál es la motivación para escribir sin pausa?

Creo que corro una carrera –perdida de antemano- contra el tiempo y la muerte. El escribir, no deja de ser una infatuación del ego, que quiere -y cree- que va a trascender. La pregunta que se me viene a la cabeza es ¿Qué va a ser de este libro (o de cualquier libro) dentro de cien mil años? … seguro que nada, no van a quedar vestigios de él. Pero es algo que siempre sentí que tenía que hacer. Por otro lado, si hubiera escogido cualquier otra forma de expresión artística – estoy seguro- que habría sucedido lo mismo: estaría tocando, pintando, esculpiendo, filmando, actuando o bailando sin parar, hasta que la parca, una enfermedad, o los años me detengan.

2- ¿Cuál fue la inspiración de tu segundo libro?

Un compañero de facultad, ex combatiente, con claros síntomas de estrés post traumático. Ese fue mi primer contacto real con Malvinas, a principios de 1983. En las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Juan. En clase de matemáticas. Por ese entonces, el campus estaba rodeado de olivares. Cada tanto pasaba uno de esos aviones amarillos de fumigación, haciendo vuelos rasantes y soltando chorros de un líquido hediondo. Mientras el profesor de matemáticas explicaba el enésimo teorema algebraico, uno de esos aparatos pasó al improviso. Hizo un gran y sorpresivo estruendo. Mientras algunos alumnos se reían, un alumno se tiró cuerpo a tierra, cubriéndose con los brazos la cabeza. Fue un acto reflejo animal, nadie entendía nada. Mucho menos el profesor. Otro alumno, le hizo muecas al catedrático, para indicarle que estaba todo bien y ayudó al alumno caído a reincorporarse. El muchacho estaba avergonzado. Pidió disculpas. Se sonrojó. Salió de la clase con la respiración agitada. El profesor seguía sin entender que pasaba, entonces algunos alumnos se lo dijeron casi murmurando: es Sánchez, ha vuelto de la guerra hace apenas unos meses.

A este pibe le costaba concentrarse en las clases, se las pasaba haciendo dibujos de la trinchera, de los pozos de zorro en los que había estado, de fusiles clavados en la tierra con un casco en la culata a modo de corona. Todavía ni se hablaba sobre el estrés post-traumático de guerra. O de la “culpa del sobreviviente”, faltaban varios decenios para ello. Me contó su triste historia. Me juré que algún día escribiría sobre el tema.

3-Malvinas vuelve a ser un tema candente, ¿sentís que Artemio Pérez es un personaje necesario?

Sé que es un tema ríspido, pero siento que no lo elegí, sino que él me eligió. Tengo un cuento escrito con lo que Sánchez me contó en forma literal. Pero quería escribir algo más, entonces les pedí permiso a los espíritus de los muertos, caídos y suicidas. Les dije que, si me autorizaban para escribir algo sobre el conflicto, que me dieran una señal inequívoca. Dicha señal fue un sueño que tuve en diciembre del 2018, que es el capítulo de apertura del libro. Recuerdo que desperté y escribí 15 páginas de corrido. No podía parar. Lorena mi esposa me preguntó ¿Qué estás escribiendo Azeglio? Y le dije, “la historia de un sobreviviente de Malvinas que tiene síndrome de estrés postraumático y regresa” …ella me cortó jocosa diciéndome: “eso ya está escrito, se llama Rambo”. Entonces – por porfiarle- le respondí, “¡No! es Ulises volviendo a Ítaca, pero en la piel de un ex combatiente”. En ese momento supe que la estructura de la novela sería la de la Odisea, pero en versión libre y “ argento”. Luego le puse Artemio al protagonista, porque me sonaba a arma y Pérez porque es un apellido común, es casi un homenaje al soldado desconocido que murió allí, o que luego se suicidó o que –como pudo y a los ponchazos- se hizo una nueva vida. Ese sería el único sentido que tendría, un homenaje al “milite ignoto”.

4-En relación al primero, ¿cómo fue la escritura de este volumen?

Escribía como en trance, parecía un escritor-médium, fue muy loco. Me llevó solo unos pocos meses. Nunca me pasó algo así, soy de metabolismo lento a la hora de escribir.

5-San Juan sirve de ambientación y es tu lugar natal, ¿cómo se vivió Malvinas en tu provincia?

Me viene la imagen del 2 de abril del 82, yo estaba en la escuela secundaria, había un clima de algarabía general por la “reconquista”, nos dieron el resto del día libre. Yo no festejé, estaba serio, me colgué por fuera del guardapolvo un signo de la paz en bronce que tenía. “La Nona”, Jefa de preceptores (una suerte de institutriz nazi) me increpó y me dijo que por qué no festejaba como todos los alumnos. “Solo pienso –le contesté- en los muchachos que van a morir, en las madres que van a perder a sus hijos, en los huérfanos que van a quedar”. La mina no supo que responderme, literalmente le cerré la boca. Es como si yo hubiera sabido perfectamente lo que venía, lo que les esperaba.

6- ¿Cómo decidiste abordar el tema histórico?

No es una novela histórica en sentido estricto, es la Odisea en versión libre sobre un tema tan dramático como fue la guerra de Malvinas. Es polisémica diría. No abundo en detalles históricos o técnicos. No me interesaba tanto la minucia histórica como el drama humano, las contradicciones de esa época atroz. Eso es lo que traté de reflejar dentro de nuestro código cultural. Es una novela muy “argento”, llena de paradojas existenciales y contradicciones. La miseria y la gloria de la condición humana potenciadas por la guerra.

7-En “El largo regreso…” es fundamental la relación entre Artemio y el conductor, ¿quiénes sirvieron de modelo para construirlos?

No lo sé, repito la escribí como en un estado de trance. Fue casi escritura automática o mediúmnica, como si me la hubieran dictado. A veces siento que no la escribí, que ella se escribió a sí misma y me utilizó como canal para bajar a este plano. Eso no quiere decir que no haya leído o visto cuanto pude para hacerme una idea de la situación, de esa época, si bien yo la viví en forma tangencial. El Rata es literalmente un personaje de transporte, que me sirvió para llevarlo a Pérez desde un lado a otro de la Argentina y que entregara sus cartas. Un nexo necesario diría, pero no suficiente.

8-El género epistolar está en desuso debido a las redes y al whatsapp, sin embargo, tiene una gran riqueza, ¿cuáles fueron las cartas que te marcaron en lo personal y en lo literario?

La correspondencia que mantuve con mi madre, con mis tías Juana y Aída Azeglio mientras viví en Italia. Fueron tres figuras maternas con las que me escribí a corazón abierto. Pero escondiéndoles que pasaba hambre, necesidades o miedo en Europa para no preocuparlas. Supongo que eso multiplicado por mil -o un millón- fue lo que vivieron los pibes que fueron allí. Leí muchas cartas de ex combatientes. Se te parte el alma, algunos intuían/sabían que no iban a volver ¿Cómo o qué le escribís a una madre o a una novia en ese estado?

9-Ampliemos el tema Malvinas desde tus propias vivencias y cómo se entrecruzan con la ficción en “El largo regreso…”.

Como te dije, el disparador fue ese pibe Sánchez, ex combatiente, mientras escribía evocaba la expresión ausente de la cara de ese muchacho. Su estar y no estar en el “aquí y ahora” que nos tocaba vivir. Creo que una parte de Sánchez nunca volvió. Un día me confesó que le costaba mucho conectarse con la vida cotidiana, porque él sentía que ya había vivido y visto lo peor.

-¿O sea? – le dije

– En una trinchera se establece un tipo de hermandad que es muy difícil de entender para quién no la ha vivido. Todos los colimbas éramos hermanos. Nos cuidamos como en una familia. Si se moría uno, se moría una parte de todos. Se te muere una parte dentro y te queda una herida incurable. Y yo, los he visto morir: ¿Sabès qué? Me pesan aquí – dijo dándose un fuerte golpe en la espalda. Y aquí, volvió a golpearse en el pecho. Veo a mi pobre padre -agregó- preocupado por pagar la boleta la luz, el gas, el agua y me río. Y yo podría vivir meses -incluso años – sin luz, sin gas, tomando agua de los charcos y comiendo basura. No me importa. Por ejemplo, hoy, ¿te quedarías a dormir aquí, a la intemperie (hacía un frío de terror) comiendo lo que pudiésemos encontrar y calentándonos a mala pena con algo?

– No- le dije

– ¿Viste? no lo vas a poder entender nunca! ¡Nunca!, me dijo. Y tenía razón. La novela fue una suerte de ejercicio infructuoso para tratar de entender lo que habían tenido que pasar esos pibes.

10-Para el final despejamos la incógnita, ¿se viene la tercera?

Sí, ya están escritas una se llama “Desinencias del alma” y la otra “La Madre Espagueti Patria”. Estoy escribiendo otra, llevo 22 hojas.

 

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